Lo que el rostro revela: más allá de las palabras

El lenguaje no verbal es una parte fundamental del acto comunicativo y juega un papel crucial especialmente en la expresión de la emoción, pues gran parte de la información emocional es aportada por los elementos no lingüísticos. Dentro del sistema de signos no verbales, las expresiones faciales son el componente con mayor potencial comunicativo. Investigaciones recientes han demostrado que existen variaciones culturales en los gestos faciales de emoción y que la lengua moldea y regula su codificación y decodificación. Por tanto, resulta de gran interés para la lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas examinar cómo los hablantes bilingües interpretan y producen las expresiones faciales de emoción en la segunda lengua (L2).

Autora
Susana Dimas Cintas
Palabras clave
comunicación no verbal, expresión facial, emoción, hablantes de L2
Lecturas recomendadas
Chen, C., y Jack, R. E. (2017). Discovering cultural differences (and similarities) in facial expressions of emotion. Current opinion in psychology, 17, 61-66.

Verdugo, E. R. B., y Candil, D. M. (2022). Comunicación no verbal de emociones: variables sociodemográficas y ventaja endogrupal. Revista Iberoamericana de Psicología, 15(2), 97-107.

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Comunicación no verbal

La comunicación humana es un proceso increíblemente complejo que va mucho más allá de la mera transmisión de mensajes verbales. Cuando comunicamos algo verbalmente, o sin ni siquiera hacerlo, emitimos signos no lingüísticos que acompañan, apoyan, matizan, sustituyen, o incluso contradicen, al contenido del enunciado verbal (Cestero, 2016; Poyatos, 1994).

Estos elementos no verbales se pueden utilizar a propósito para comunicar; por ejemplo, a través de signos consensuados culturalmente, como cuando negamos o afirmamos algo con la cabeza. Sin embargo, en muchos casos, son producidos involuntaria e inevitablemente por el hablante (Cestero, 2016), y a su vez, percibidos y procesados de manera inconsciente por el receptor (Rodríguez Castellano, 2023).

El componente no verbal conlleva una parte fundamental del aporte comunicativo. En él intervienen numerosos elementos, como la entonación, el volumen, el ritmo, los silencios, los gestos, los movimientos corporales, las posturas, las miradas, las expresiones faciales o la proximidad física (Poyatos, 1994). Todo lo que hacemos comunica, es imposible no comunicar.

El papel del lenguaje no verbal en la expresión de la emoción

El componente no verbal y la emoción están estrechamente relacionados. Tal es así, que los primeros estudios existentes que abordan la comunicación no verbal se centran en la expresión emocional. Cabe destacar las investigaciones de Darwin y su obra La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872). Entre las diferentes funciones de la comunicación no verbal destaca la emotiva, dado que los seres humanos utilizamos fundamentalmente signos no lingüísticos para realizar actos expresivos (mostrar sentimientos, emociones y/o estados de ánimo).

El lenguaje no verbal es el más eficaz para la expresión de la emoción. Gran parte de la información emocional es aportada por el sistema de signos no lingüísticos (Verdugo y Candil, 2022).

La expresión facial de la emoción

¿Cuántas veces sabemos que estamos haciendo algo mal solo con ver la cara de nuestros/as jefes/as, padres o parejas? ¿Cuántas veces nos damos cuenta de que un amigo no está pasando por un buen momento solo con mirarlo a los ojos? En definitiva, ¿cuántas veces queda todo dicho sin pronunciar una sola palabra?

Entre las diversas maneras que tiene el ser humano de expresar emociones, los gestos faciales destacan como elemento con mayor potencial comunicativo (Bourdin, 2016; Davis, 2013).

Nuestro rostro cuenta con numerosos músculos que pueden generar miles de expresiones diferentes. Las unidades visibles más pequeñas de actividad muscular que producen cambios en la apariencia facial son conocidas como unidades de acción, en inglés, action units (AUs). Por ejemplo, elevar el párpado superior, arrugar la nariz o estirar los labios. Estas microexpresiones se producen en una décima de segundo y pueden combinarse con otras para formar una amplia gama de patrones más complejos.

El debate sobre la expresión facial de la emoción ha sido históricamente polarizado entre dos posturas totalmente opuestas. Por un lado, la teoría universal; y por otro, el enfoque culturalista.

Autores neodarwinistas, como Ekman y Friesen (1969), Izard (1969) o Tomkins (1963), afirman que existen expresiones faciales universales de las emociones básicas (alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco). Según los hallazgos de sus ya clásicos estudios transculturales, estas expresiones son biológicas, innatas, transmitidas genéticamente y compartidas por todos los individuos independientemente de su nacionalidad, cultura y lengua.

Sin embargo, los métodos empleados en los estudios transculturales han sido altamente cuestionados en los últimos años (Bourdin, 2016; Barret et al., 2011; Cowen et al., 2021; Jack, 2016; Nelson y Russell, 2013). Las principales críticas señalan que estas investigaciones tradicionales usan formatos de respuestas cerradas, estímulos estandarizados que no reflejan las características de cada grupo cultural (Verdugo y Candil, 2022), y fotografías que, además de ser elegidas a dedo por personas occidentales, solo muestran expresiones faciales estáticas producidas de manera artificial por actores (Jack, 2016).

En un estudio de Jack et al. (2009) se demostró que, en tareas de reconocimiento facial, los asiáticos orientales tienden a centrar su atención en los ojos, lo que provoca confusiones significativas entre sorpresa y miedo, así como entre asco e ira; mientras que los occidentales se enfocan tanto en los ojos como en la boca. Estudios adicionales (Crivelli et al., 2017; Gendron et al., 2014; Jack, 2016; Nelson y Russell, 2013), en los que se generan aleatoriamente patrones de expresiones faciales estáticas y dinámicas y se pide al receptor que identifique aquellos que corresponden a una emoción dada, revelan que estas diferencias en la manera en que se interpreta la información facial se reflejan en variaciones interculturales de cómo el rostro comunica la emoción, siendo los ojos el aspecto más importante en la transmisión de emociones entre los asiáticos orientales y la boca para los occidentales (Abell y Smith, 2016).

Según los resultados de estas investigaciones, las expresiones faciales son aprendidas socialmente (Bourdin, 2016) y varían en función de la cultura en la que se desarrollen los individuos (Davis, 2013). De acuerdo con esta perspectiva, el lenguaje y la forma en que este sirve de marco de referencia para la construcción de las emociones, donde también se engloban los gestos faciales, son fundamentales (Barret et al., 2011). La representación cognitiva de las emociones varía en función del grupo cultural, lo que genera estilos perceptivos y expresivos faciales distintos (Elfenbein y Ambady, 2002; Laukka y Elfenbein, 2021).

Aunque hoy en día no existe un consenso totalmente unificado, en un camino intermedio entre ambos extremos se reconoce el aspecto biológico e innato de la expresión facial de las emociones básicas, pero también se comprende que la cultura y la lengua tienen un papel importante en moldear y regular la percepción y producción de los gestos faciales emocionales (Verdugo y Candil, 2022). Estas postulaciones podrían ser de gran interés para la lingüística aplicada a la enseñanza de segundas lenguas (L2).

Implicaciones para los hablantes de L2

Si además de las posibles variaciones culturales de la expresión facial emocional, consideramos que la L2 está desprovista o disminuida de la resonancia emocional inherente a la lengua materna (L1) (Blanco Canales y Hernández Muñoz, 2023), cabría preguntarse si la manera en la que los hablantes de L2 codifican y decodifican las expresiones faciales de la emociones se ve afectada por el distanciamiento emocional que experimentan en la L2.

Son muchas las investigaciones que han examinado la forma en la que hablantes bilingües procesan palabras o frases con carga afectiva, concluyendo que la L2 tiene menor fuerza emocional (Ayçiçeği y Harris, 2004; Dewaele, 2006; Pavlenko, 2004, por mencionar solo algunos). Del mismo modo, también atendiendo al canal verbal, numerosos expertos han demostrado que la eficacia comunicativa es menos intensa en la L2 (Caldwell- Harris, 2014; Dewaele, 2006, Pavlenko; 2004).

Sin embargo, resultan escasos, por no decir inexistentes, los trabajos que han centrado sus intereses en comprobar si la desventaja emocional y la menor habilidad expresiva en la L2 existente en el plano léxico, también está presente en el procesamiento, interpretación y producción de las expresiones faciales emocionales. Es aquí donde se sitúa una de nuestras líneas de investigación, con especial foco en hablantes de español/L2.

Referencias

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