Idiomas y emociones: cómo el multilingüismo moldea nuestras experiencias emocionales
Este artículo trata de cómo los hablantes multilingües perciben y expresan emociones en sus distintas lenguas. Investigaciones previas sugieren que la lengua materna suele tener una mayor resonancia emocional que los idiomas aprendidos posteriormente. Este fenómeno está vinculado a factores como la edad de adquisición, la competencia lingüística y la frecuencia de uso de cada lengua. Estudios psicofisiológicos y autoinformes indican que las palabras en la lengua materna evocan respuestas emocionales más intensas, debido a su conexión con experiencias tempranas y el desarrollo emocional. No obstante, los hablantes multilingües también pueden desarrollar vínculos emocionales con otras lenguas, especialmente cuando se adquieren a una edad temprana o se utilizan frecuentemente en contextos emocionales. En conjunto, destaca la compleja relación entre el multilingüismo y la emoción, influida por muchos factores personales y contextuales.
Idiomas y emociones
¿Cambiamos también la manera en que sentimos cuando hablamos en un idioma distinto al que aprendimos en la infancia? Esta es una de las preguntas clave que se han planteado los investigadores que estudian el vínculo entre multilingüismo y emociones. Resulta que el idioma que usamos puede influir en cómo percibimos y expresamos nuestras emociones, y ese fenómeno se ha estudiado desde diferentes ángulos.
El poder emocional de nuestra lengua materna
Diversos estudios han encontrado que, en general, tendemos a experimentar y percibir nuestra lengua materna como la más emocional (Dewaele, 2010; Pavlenko, 2002; Harris 2004). Es la lengua que está más conectada a nuestras experiencias más profundas y tempranas. Según investigaciones como las de Pavlenko (2008) o Dewaele (2010), esto sucede porque aprendemos nuestra primera lengua durante una etapa clave de desarrollo emocional y cerebral. Dado que los sentimientos y las palabras están entrelazados desde la infancia, la lengua materna suele tener una carga emocional más fuerte que cualquier idioma aprendido después. Pero esto no significa que el resto de nuestras lenguas habladas no jueguen un papel emocional importante. La clave radica en los factores que afectan cómo utilizamos cada lengua para percibir y expresar nuestras emociones. Aspectos como la edad de adquisición, la frecuencia con la que empleamos cada idioma en la vida cotidiana, o el contexto en que los aprendimos (ya sea en el hogar, en la escuela o por motivos laborales) parecen tener un impacto significativo.
Nuestra lengua materna está conectada a nuestras experiencias.
La percepción emocional. Más allá de las palabras
La percepción emocional se refiere a cómo ciertas palabras o frases en un idioma pueden evocar sentimientos. Aquí también, la lengua materna suele tener la mayor resonancia. Por ejemplo, estudios psicofisiológicos (como los de Harris en 2004) han mostrado que cuando los bilingües escuchan palabras emocionales en su lengua materna, su respuesta corporal es más intensa. La piel se vuelve más conductiva y el ritmo cardíaco puede cambiar, como si nuestro cuerpo reconociera que esas palabras son más “fuertes” o “potentes”. Por el contrario, en los idiomas que aprendemos más tarde, la respuesta emocional tiende a ser más tenue. Esto se debe a que, a medida que envejecemos, el aprendizaje de nuevas lenguas se vuelve un proceso más consciente y menos emocionalmente cargado. Los adultos usan más la memoria declarativa (es decir, la parte del cerebro que nos ayuda a recordar datos) para aprender palabras en nuevos idiomas, y menos las partes del cerebro vinculadas a la emoción.
¿Cuándo aprendimos un idioma? Un factor clave
Un factor determinante es la edad de adquisición, es decir, cuando empezamos a aprender un idioma. Parece que, si lo adquirimos antes de los siete años, las emociones que sentimos y expresamos en ese idioma serán más fuertes y parecidas a las que tenemos en nuestra lengua materna. Después de esa edad, nuestra capacidad para desarrollar una conexión emocional profunda con ese idioma disminuye (Dewaele, 2010; Harris, 2004). Esto no implica que no podamos sentir emociones intensas en un idioma que aprendimos más tarde en la vida, pero sí que es menos probable que ese idioma nos genere la misma resonancia emocional que nuestra primera lengua. Incluso, estudios han demostrado que el uso frecuente de un idioma nuevo puede fortalecer ese vínculo emocional, pero nunca al nivel de la lengua que hablamos en casa cuando éramos niños.
La competencia lingüística y la dominancia del idioma
Además de la edad de adquisición, la competencia lingüística es otro factor clave. Cuanto mayor sea nuestro dominio de un idioma, más probable será que lo usemos para expresar nuestras emociones. Si dominamos un idioma de manera fluida, nos sentiremos más cómodos usando ese idioma para hablar de nuestros sentimientos, y nuestras emociones estarán más ligadas a él. En cambio, en lenguas que apenas manejamos, es lógicamente probable que nos sintamos menos cómodos expresándonos emocionalmente (Dewaele y Pavlenko, 2002; Harris, 2004; Harris et al., 2006;). En resumen, si somos muy competentes en un idioma o si lo usamos más frecuentemente en nuestro día a día, es más factible que ese sea el idioma en el que nos sintamos más cómodos al hablar de sentimientos.
La importancia del contexto
Es importante entender que los sentimientos y emociones son personales, y que cada hablante multilingüe vive su experiencia de manera diferente. Hay quienes usan su lengua materna para hablar de cosas más profundas y sentimentales, mientras que prefieren otros idiomas para temas más racionales o formales. En muchos casos, estas decisiones no son conscientes, sino resultado de años de uso, experiencias y costumbres lingüísticas. Además, los estudios muestran que el contexto cultural y social juega un papel crucial. Los multilingües que han vivido en diferentes países o que mantienen contacto cercano con personas de distintos idiomas pueden desarrollar una mayor flexibilidad en la expresión emocional, eligiendo el idioma que mejor se ajusta a la situación o al tipo de emoción que quieren comunicar (Pavlenko, 2008).
La adquisición de múltiples lenguas no solo afecta la competencia lingüística, sino también la manera en que los hablantes multilingües experimentan y procesan las emociones en cada idioma, dependiendo del contexto y de la profundidad de la inmersión cultural. (Pavlenko, 2006)
Un mundo emocional multilingüe
El estudio del multilingüismo y la emoción revela lo profundamente conectadas que están nuestras lenguas con nuestra vida emocional. Aunque nuestra lengua materna suele ser la más emocionalmente resonante, el uso frecuente de otras lenguas, la edad en la que las aprendimos, y la competencia que tenemos en ellas pueden influir en cómo percibimos y expresamos emociones en distintos idiomas.
Este tema resulta fascinante tanto desde una perspectiva académica como en la vida cotidiana. Para aquellos que hablan varios idiomas, entender cómo cada lengua afecta sus emociones puede ayudarles a navegar mejor sus interacciones sociales y personales. En un mundo cada vez más globalizado, donde las lenguas se entrelazan, entender esta interacción entre idioma y emoción es clave para fomentar una mejor comprensión entre personas de diferentes orígenes y culturas.
Comprender cómo nuestras lenguas afectan nuestra vida emocional es esencial en un mundo interconectado, donde el multilingüismo no solo es una habilidad comunicativa, sino también una ventana a la diversidad emocional.
Referencias
Dewaele, J.M. (2010). Emotions in multiple languages. Palgrave Macmillan.
Dewaele, J.M. y Pavlenko (2002) Emotion vocabulary in interlanguage. Language Learning, 52(2), 263–322.
Harris, C. L. Gleason, J. B., y Ayçiçeği, A. (2006). When is a first language more emotional? Psychophysiological evidence from bilingual speakers. En A. Pavlenko (Ed.), Bilingual minds: Emotional experience expression, and representation (257–283). Multilingual Matters.
Harris, C. L. (2004). Bilingual speakers in the lab: Psychophysiological measures of emotional reactivity. Journal of Multilingual and Multicultural Development, 25(2/3), 223–247.
Pavlenko, A. (2002). Bilingualism and emotions. Multilingua, 21(1), 45–78.
Pavlenko, A. (2008). Emotion and emotion-laden words in the bilingual lexicon. Bilingualism: Language and Cognition, 11(2), 147–164.